Época: Mahayana
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
Escuela de Mathura

(C) Isabel Cervera



Comentario

La escuela de Mathura se distingue también por una copiosa producción de escultura costumbrista, que sirve de puente entre el estilo popular Shunga-Andhara y el estilo intelectual Gupta, es decir, entre el budismo primitivo y el budismo terminal; por ello, algunos autores lo titulan estilo de transición, aunque su madurez técnica, riqueza temática y cualidad artística le hacen merecedor del título estilo de esplendor.
Curiosamente, entre la variadísima iconografía de Mathura apenas aparecen bodisatvas; sin embargo, son frecuentes las figuras masculinas de nagas (divinidades fluviales) y yakshas (divinidades arbóreas), cuyos breves atuendos ofrecen unos cuerpos semidesnudos de pleno sabor indio, y sus actitudes naturalistas poco tienen que ver con los retratos principescos de los bodisatvas del Gandhara.

Por el contrario, Mathura sí presenta auténticos retratos reales de los Kushana, en los que cabe destacar el sedente de Kadphises (¿10-92 d. C.?) y el erguido de Kanishka (¿78-162 d. C.?); ambos han perdido la cabeza, se muestran rígidos y frontales, y provocan una fuerte sensación de majestad. Kanishka va ataviado con túnica, capa y rudas botas de montar, en un atuendo más propio de invasor que de rayá (raja o rey indio). Algunos detalles técnicos, como la desproporción anatómica o la estilización caligráfica en la representación de los pliegues de la vestimenta, denotan una factura arcaica en la que el escultor no ha sabido expresarse volumétricamente, no ha podido rescatar a la imagen de la forma de estela de la piedra.

La protagonista de toda la variadísima escultura menor es sin duda la figura femenina, las yakshis y heroínas populares en las que la tradición india vuelca todo su entusiasmo, sumando en ellas el ideal de belleza y el ejemplo moralizante. Entre todas estas heroínas populares que supieron triunfar sobre la ignorancia y la maldad, hay que resaltar a la protagonista de la "Historia del Mynah"; esta leyenda se repetirá desde Mathura hasta la actualidad como uno de los principales temas iconográficos a lo largo de todo el arte indio, tanto budista como hindú e incluso islámico: una joven amante pudo seguir confiando en la fidelidad de su amado, a pesar de las mentiras y el aislamiento a que se vio sometida, gracias a un mynah amaestrado que sirvió de mensajero entre los dos amantes. El mynah o mirlo indio que habla es tan popular en India como el loro en Occidente.

Las yakshis parecen haber olvidado su pertenencia al árbol de la iluminación budista (bodhi), pues se muestran casi desnudas como bellas ninfas, oferentes, bailarinas... y apenas alguna juega indolente con una rama de aquel árbol con el que las yakshis Shunga-Andhra indicaban al fiel que, gracias al budismo, eran símbolo de fertilidad tanto física como espiritual.

En toda esta estatuaria y relieve narrativo, que decoraban la stupa y los santuarios de Mathura, el gran sujeto omitido es Buda; a veces llega a aparecer en algún pasaje, convirtiendo a aristócratas y comerciantes, sermoneando en la vía pública o ayudando a levantarse a una cortesana ebria.

Todos estos personajes, tanto hombres como mujeres, suponen un ejemplo particular de cómo la fertilidad física de cualquier índole se transforma en espiritual y ésta, a su vez, en cualidades budistas como la compasión, la pureza, la sabiduría o la bondad; son el puente iconográfico más claro entre el budismo hinayana y el mahayana. Pero en todos estos nuevos servidores del budismo siempre se puede rastrear un culto local ancestral.

Un ejemplo muy claro de esta transformación de energía física en bondad budista es la estatua del bodisatva maitreya (cuyo culto se desarrolla sobre todo en Tibet, China y Japón) de mediados del siglo II d. C. en la típica arenisca rosada de Mathura. La imagen es básicamente la de un yaksha, pero se le han añadido los atributos propios del bodisatva, como el nimbo de divinidad, la kundika o botellita de agua bendita y la abhaya-mudra (gesto de no temor) que ofrece con su mano derecha extendida al frente, y en cuya palma se ve grabada la dharma-chakra o rueda de la Ley Sagrada.

Desde el punto de vista artístico, la escultura de Mathura puede recordar al estilo Andhra que en el siglo II d. C. presentaba las figuras del pórtico de la chaitya de Karli, por su fuerte expresión volumétrica, su pesadez y sólido asentamiento sobre un fondo vacío, pero supone un paso más en la consecución del naturalismo, de la vitalidad y del desnudo voluptuoso.